Lo que siembras hoy es lo que vas a cosechar el
día de mañana.
Por esto “No hagas lo que no quieres que te
hagan a ti; procura dar lo que deseas recibir, tengamos siempre en cuenta que
si obramos mal éste se nos revertirá tarde o temprano… Nuestro destino, depende
de nuestras obras”.
Nadie puede cosechar lo que nunca sembró… Es
interesante ver el caso de un esposo hacia su compañera o viceversa. En
ocasiones somos indiferentes hacia el cónyuge, no sacamos tiempo para escucharlos,
para atender sus necesidades; el fracaso es el destino de una relación de esta
naturaleza.
Debemos
aprender a sembrar de todo: un
abrazo, una sonrisa, una palabra de aliento, nuestro tiempo, un regalo
especial, una llamada telefónica, un mensaje de texto, una tarjeta de
felicitación, tus conocimientos, tu
dinero, tu ayuda.
El sembrar y el dar van de la mano; es abrir la
puerta al fluir de la bendición de Dios
en tu vida.
¡Nunca dejes de sembrar!
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